Quiero aprovechar la oportunidad que nos da el 50 Aniversario del Colegio y su blog para hacer llegar a todos un sentimiento, que seguro compartimos muchos de los que hemos pasado por la vida de este Centro.
Me estoy refiriendo a los compañeros que no están entre nosotros porque su vida se apagó. No quiero desgranar recuerdos, que desde la atalaya de la dirección tenía de todos y cada uno de ellos, si no desde el recuerdo que como amigos míos fueron.
Yo aterricé en “XXV Años de Paz” fruto de un concurso de traslados por consorte (modalidad que existía para matrimonios pedagógicos), y en él estaban:
D. Ricardo Tamayo como Director, hombre de trato amable, entregado al ejercicio de la dirección, y próximo a todos y todas y al que años más tarde sustituí en el cargo cuando marchó para Santander; los compañeros del Claustro: hombres y mujeres que me han dejado huella y que los alumnos y alumnas recuerdan con cariño; y los cuatro maestros de Orientación Marítima, que administrativamente funcionaban como una mini graduada dentro del Centro, con su Director D. Alfredo del Val al frente. Pero los Claustros los celebrábamos todos juntos y día a día nos íbamos conociendo un poco más.
Como grupo humano que éramos, pasamos por días felices de convivencia y otros no tanto, que se han quedado en el olvido.
Tras unos años, ejerciendo como profesora de base, pasé a ejercer de
Directora y desde el cargo me tocó recibir también a nuevos compañeros
que aumentaban la plantilla. Como dije al principio, quiero reseñar mis
recuerdos de los que nos dejaron. Unos son más fuertes que otros, pues
traspasaron la línea de lo profesional y tuve más trato en lo personal,
pero todos entrañables y entre todos me enseñaron a ser mejor maestra.
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Juan Prieto y Conchita Martínez |
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Mª Luz Pelayo y Juan Cabo |
Algunos de los que conocí al principio se jubilaron enseguida y apenas tuve contacto, fue el caso de Concha, Juan Prieto, Pilar, Luz y Juan Cabo. De este último, recuerdo que como marido de Luz y ya jubilado, venía a buscarla a la salida del colegio como un novio enamorado y que jugaba a la puerta con los niños pequeños según iban saliendo…
Sin embargo, con otros conviví muchos más años. Recuerdo a los compañeros de O. Marítima: Honorio, Paco, y José Luis como hombres afables y cariñosos con el alumnado y a su director Alfredo, de fuerte personalidad muy exigente consigo mismo y con los demás y que se dedicó con gran pasión al funcionamiento del Comedor Escolar en el que dejó su impronta, (hace poco un ex alumno me recordaba que él inventó “el plato del buen sabor” que según parece se le daba a los alumnos de mejor comportamiento en el comedor). Durante algún tiempo me ayudó en tareas de Secretaría.
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Francisco Encinas, Honorio Crespo, Luisa Lasa, Jose Luis Gutíerrez y Alfredo Val |
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Conchita Jiménez |
También recuerdo a Conchita, vitalista, entregada a sus niñas (no olvidemos que las clases eran de niñas y niños separados) sus labores y manualidades eran famosas. Laudelina, como una mujer amable, sencilla y muy callada, tal vez por timidez. Luisita, una mujer guipuzcoana, maestra de carácter, siempre elegante. Esther, fuerte pero arrastrando una salud difícil. Jesús Montero, persona jovial y de buen hacer. Siempre dispuesto a colaborar, tuvo un trato inmejorable con todos incluso después de cambiar de centro.
Sin embargo, los compañeros a los que me refiero a continuación han tenido un trato más personal conmigo, y por tanto los he conocido mejor y me han marcado más:
Merche, una mujer fuerte, luchadora durante años con la enfermedad de su marido, reflexiva, amiga de sus amigos. Recuerdo que me decía “Pili, los niños de tercero son como esponjas, todo lo absorben, lo que dice su profesor es palabra de ley…”. Tuve la gran suerte de disfrutar de su sabiduría hasta sus últimos días pues a sus 90 años la visitaba con frecuencia en su casa. Pocas personas llegan a tan avanzada edad con la lucidez que ella disfrutaba y con el interés de conocer la evolución de cuanto tenía que ver con el mundo de la educación. Se seguía interesando por todo.
Javier o Elviro, era un hombre sabio, cultísimo, humanista que dominaba el latín y el griego, sencillo, cariñoso y muy abnegado. Yo lo respetaba y recuerdo que cuando realizamos con los de 8º de EGB el “Viaje de fin de Curso”, visitábamos Toledo y más concretamente el cuadro del Greco “El entierro del Conde Orgaz”. Javier lo explicó, y nos quedamos boquiabiertos. Los alumnos se quedaron durante 10 minutos en silencio mirando el cuadro y asimilando cuanto nos había dicho. Las personas adultas que había en la sala me comentaron que no habían presenciado tanto interés en niños tan jóvenes y que nos había hecho sentir el cuadro a todos. Y qué decir de su pasión por El Quijote… que trasmitió también a sus alumnos.
Jesús, que puedo decir de este salmantino, amigo, de carácter a veces difícil, pero blando cuando se le conocía. Siempre impecable en su vestuario, “acorbatado” la mayoría de las veces… (Vísperas de vacaciones solía poner control de matemáticas y siempre alguien de la clase me pedía que mediara y lo convenciera para no ponerlo). Sin embargo con los años descubrí que los alumnos, que en su día parecían temerlo, lo recuerdan con un cariño inmenso.
Todos ellos permanecerán en mi recuerdo como algo vivo, siempre serán un pilar importante en el desarrollo de la educación y cultura de Castro Urdiales, donde han dejado un poso importante, tanto entre los compañeros, como en las generaciones de alumnos y alumnas que los recuerdan con cariño y agradecimiento.
Pilar Castilla Ordaz